Así transcurrió toda la tarde, entre risas, bromas y convivencia con la familia y compañeros de trabajo. Al caer la noche, todos se dirigieron a la plaza principal para participar en la fiesta.
La vaquería estaba en sus inicios cuando nuestros amigos se integraron a la romería."Lupe", poco habituado a los bailes "se las vió negras" para seguir los pasos de baile de una muchacha, que sin previo aviso, le jaló y obligó a entrar a la pista de baile.
El muchacho, rojo como una amapola, trataba de bailar con más pena que gloria. Sus torpes pasos causaban la hilaridad de su compañera de baile a la que, sin embargo, poco le importó la provervial torpeza de su compañero, comparado con la envidia que estaba despertando entre sus amigas.
Pero el gusto le duró poco, porque una muchachita, haciéndola a un lado se apropió de su pareja. "Lupe" suspiró con alivio al reconocer a su hermana menor, Sofía, misma que al ver a su hermano en apuros, se apresuró a rescatarlo. cabe hacer mensión que, a pesar de su edad, sofía era "malgeniuda" y muy pocas muchachas se atrevían a llevarle la contraria, por lo que mejor dejaron a "Lupe" por la páz, aunque sea por unos momentos.
Así entre risas, bailes y cervezas que le invitaban los carpinteros pasaron las horas y, "Lupe", poco habituado a las bebidas alcoholicas, pronto se empezó a sentir mareado, más despreocupado, eufórico y felíz, extráñamente felíz.
Así, poco a poco, se fué emborrachándose hasta quedarse dormido sentado en una de las bancas del parque y soñó; soñó con una enorme ciudad, con unos edificios enormes también, con camiones, automóbiles y gente, mucha gente desconocida. Soñó que se encontraba perdido; no conocía a nadie ni nadie le conocía a él. Extráñamente, solo llevaba puesto sus humildas pantalones de trabajo por toda vestimenta. Se encontraba descalzo y el calor del pavimento le quemaba la planta de los pies aunado al intenso calor del verano que le abrasaba las desnudas espaldas y los reflejos de los edificios que le lastimaban los ojos, ni que decir de la sed que sentía dejándole la garganta seca.
Nunca supo como sucedió, (en los sueños suele suceder de esa forma), de pronto sintío el peso de una enorme losa de piedra sobre sus espaldas y sus piernas, a duras penas, le lograban sostener merced al peso de la piedra. Intentaba caminar pero sus piernas se negaban a responder y flaqueaban al menor intento de caminar, peor lo que le angustió de sobremanera fue descubrir a lo lejos a su anciana madre que le llamaba a gritos pidiéndole auxilio; era desesperante, por más que intentaba avanzar, su piernas no le respondían.
De pronto todo empezó a sacudirse, la tierra se habría tragándose edificios, camiones, autos y gente, mucha gente. Brígida, se había abrazado de un árbol y su pies estaban al borde de una grieta en el suelo que avanzaba hacia a ella, haciéndose cada véz más grande. Nuestro amigo, como pudo, se descargó la enorme losa de sus espaldas y tambaleante se dirigió hacia donde estaba su madre, sorteando, de milagro, los obstáculos que se le atravezaban por el camino.
A punto de de llegar hasta su madre, la tierra se habrió bajo sus pies y lleno de terror se vió cayendo por un abismo al cual no se le veía fondo. Nunca supo cuanto tiempo pasó hasta que, a punto de estrellarse contra el suelo... despertó. Sí, despertó bañado en sudor y su corazón latiéndole como caballo desbocado y con el terror, todavía, reflejado en su cara. Necesitó algún tiempo para serenarse y darse cuenta de que todo había sido una pesadilla, para colmo, un intrenso dolor de cabeza se adueño del asustado muchacho.
Y se preguntó si ese sueño sería una pesadilla o tal vez una premonición.
(-Mi padre, hasta días antes de su óbito, aún recordaba ese sueño como el más vívido de, valga la redundancia, su vida.- Nota del autor.)
Continuará...
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