"LA HISTORIA ORDINARIA DE UN HOMBRE ESTRAORDINARIO"

UN HOMENAJE PÓSTUMO A MI PADRE

jueves, 18 de febrero de 2010

Capítulo I: " El nacimiento."

Era un día como cualquier otro en el pequeño poblado de Tekax, situado al sur del Estado de Yucatán, México.

Ese 19 de Abril del año 1931, muy temprano, Justo salió rumbo a la milpa preocupado por su esposa Brígida pues faltaba realmente poco tiempo para que esta diera a luz. La preocupación de Justo estaba más que justificada porque le había oído quejarse durante toda la noche.
El le pregunto varias veces sobre sus dolores, pero ella le decía siempre que no se preocupara, que ya pasaría, que se esté tranquilo porque le faltaba mucho para dar a luz. El sabia que su esposa mentía y que se estaba aguantando los fuertes dolores, pero decidió no llevarle la contraria aunque eso no le quitaba la preocupación. Por fin llego el alba y a regañadientes, después de desayunar, Justo, muy preocupado por ella, salió a trabajar su pequeña parcela.

La mañana estaba realmente bella. la vida renacía después de una lluviosa noche primaveral que había dejado limpio y perfumado el campo. Aquí y allá se miraban ramilletes de flores de muy variados colores; los pájaros, en raudos vuelos cruzaban el limpido cielo azul alegrando con sus melodiosos cantos aquella agradable mañana.
Pero nuestro amigo, ensimismado en sus preocupaciones no se daba cuenta de la belleza del día y rápidamente, llenando del aire fresco sus pulmones, dio un profundo suspiro de resignación y continuó su camino.

No solo eso preocupaba a Justo, también estaba la cuestión monetaria, sus cuatro hijos seguían creciendo y eso significaba mas gasto en ropa y alimentación, la milpa ya no producía lo mismo que antes, tenía muchas deudas, no habían llegado las semillas y ahora iba a ser papá por quinta ocasión, pero hombre de fe al fin, mirando al cielo, desde el fondo de su corazón, dijo en un susurro:

-Buen Dios, tu que todo lo puedes, si es tu voluntad, ayudame. Mira que no quiero que mi viejita siga sufriendo, aliviala por favor. Yo se que tu puedes ayudarme a aligerar la pesada carga que llevo encima, pero como dijo Jesús en jueves santo, no se haga mi voluntad, sino la tuya. Amén-.

Así, sumido en sus pensamientos llegó a su milpa y de inmediato se puso a trabajar.

Poco a poco debido a la dura faena nuestro amigo, aunque fuera por un rato, pareció olvidarse de sus problemas. El fresco de la mañana fue poco a poco remitiendo hasta dar paso al calor del medio día; para ese momento Justo ya estaba bañado en sudor el cual dejaba ver, a través de la camisa, sus fuertes músculos adquiridos a base del arduo y rudo trabajo del campo.

Nuestro amigo decidió hacer un alto para calmar la sed que desde hacía rato sentía; en eso se ocupaba cuando a lo lejos escucho que alguien reclamaba su presencia a gritos mientras se acercaba a la carrera.

-¡Papá, papá, ven pronto papá!-, se oyó la voz agitada de un chiquillo que jadeante corrió hacia él, - ¡ rápido papá, que mi mamá se muere, corre papá, corre!-, dijo el chiquillo con verdadera desesperación reflejada en su asustada cara.

Justo, al oír a su hijo, de un salto se levantó de la piedra en que estaba sentado y a la carrera se alejó tomando el camino para el pueblo mientras su hijo, sacando fuerzas de flaqueza trataba en vano alcanzarlo, sin embargo, Justo se alejaba más y más del chiquillo, que desfallecido y resoplando como un toro jalando aire por la boca, se detuvo a la vera del camino viendo con impotencia como su padre se perdía de su vista, a lo lejos.

Justo, muy a su pesar tuvo que dejarlo atrás, y aunque le dolía no poder consolar a su hijo en esos momentos, hizo "de tripas, corazón" y se prometió que, en cuanto todo se calmara, y de alguna manera, buscaría la forma de recompenzar los esfuerzos de su hijo.

Al llegar a su humilde vivienda, se alarmó al ver a Brígida, su mujer, haciendo esfuerzos sobre humanos para no gritar, con el cuerpo bañado en sudor, y mordiendo fuertemente el brazo de la hamaca en vano intento de, a base de coraje, lograr desaparecer el terrible dolor que sentía.

Al ver a su marido, ella avanzó unos pasos hacia él, con grandes esfuerzos y en hilo de voz le dijo:
-Creo... que ya... viene,... ándale viejo,... ve... por la comadrona... apúrate....-, y sin poder soportar más, se desmayó.

Los niños se asustaron y comenzaron a llorar; La más pequeña, se despegó de sus hermanos y abrazando a Justo por las piernas, le pedía con su infantil inocencia: -¡ No dejes que mamá se muera papá, no dejes que se muera!, nuestro amigo, enternecido y con lágrimas en los ojos, sin decir nada, reunió a la niña con sus hermanos y salió en busca de ayuda.

No tardaria en encontrarla, porque para esos momentos, prácticamente todo el pueblo ya se había enterado del problema y más de una vecina se encontraban a escasos pasos de su puerta por lo que aprovechando la oportunidad, les pidió que se hicieran cargo de los niños en lo que él iba por la comadrona.

Al llegar a casa de aquella anciana comadrona, olvidando sus buenos modales, ( ¿quien en una situación de emergencia se ocupa de eso?), nuestro amigo entró a la casa y a gritos reclamó la presencia de la mujer: -¡Doña María, doña María!,... ¿donde demonios está metida?.-

Una figura delgada y menudita se recortó en el umbral de la puerta que daba al patio de la vivienda, secándose las manos en el mandil al tiempo que calmada y de manera cariñosa reclamaba: -¿Se puede saber, muchacho, el porqué de tanto grito?, y porqué entras aquí como "Pedro por su casa",... bueno, te perdono porque sé que pronto vas a ser papá otra vez.-

Justo aún sofocado por la carrera, le contó, de manera atropellada lo que alcanzó a ver del estado grávido de Brígida; la viejecita, movía la cabeza de un lado para otro, o de arriba para abajo, ya aprobando, ya desaprobando los comentarios de nuestro amigo.

Acto seguido, de la manera más natural del mundo y con total calma, procedió a meter algunas cosas en su "sabukán", ( bolsa para el mandado, antiguamente confeccionado con fibra de henequén"), y salió rumbo a la casa de la parturienta. seguida muy de cerca por un más que asustado Justo.

A unos metros de llegar a su casa, Justo se se acordó de sus hijos y preguntó por ellos a una vecina, esta le comentó que los niños estaban tranquilos y que no se preocupara, que ellos (los vecinos), se los cuidarían. Nuestro amigo les dio las gracias y rápidamente alcanzó a la comadrona que estaba a punto de entrar a la humilde vivienda.

Brígida ya estaba concierte de nuevo y se encontraba acostada en la hamaca atendida muy diligentemente por dos vecinas.

La comadrona avanzó hacia el grupo de mujeres, quienes al verla se apartaron respetuosamente de la parturienta, cediéndole el lugar. La viejecita, delicada pero firmemente le tocó el vientre y los costados, presionó aquí, presionó allá incorporó a la mujer hasta sentarla en la hamaca y procedió a palparle por la espalda, terminado su reconocimiento, dando un suspiro de desaliento, le dijo a la asustada mujer:

-Hija; el niño viene "volteado", voy a tratar de acomodarlo para que pueda nacer "como Dios manda", si no lo logro, habrá que llamar al doctor para que te opere, ten confianza que partos más dificiles he atendido y todos han salido bien.-

Acto seguido pidió la ayuda de las dos mujeres ahí presentes y antes de dar las órdenes pertinentes le dijo a Justo: -Anda hijo ve a acompañar a tus hijos y dejanos hacernos cargo a nosotras; tu no puedes hacer nada más, porque esto es "cosa de mujeres", anda, vamos, déjanos trabajar.- Y dándole unos empujoncitos le sacó de la vivienda.

Pero dejemos a Justo y veamos que sucedió dentro la vivienda.

-Muchacha, pon a hervir agua, y tu desvistela y ayúdala a acostarse en aquel petate.
La comadrona después de verificar que sus órdenes se lleven a efecto, empezó a sacar de su sabukan todo su "material de trabajo", a saber: una cajita de navajas de afeitar nuevas: un frasco de regular tamaño conteniendo sal de grano; un frasco algo mas pequeño que el anterior conteniendo una mezcla de hierbas de olor maceradas y revueltas con aceite de olivo; un jabón de olor; un frasco de alcohol; un frasquito de ungüento elaborado a base de grasa y cebo de res, ideal para torceduras; un tubito de vidrio de unos treinta centímetros de largo el cual tenía envuelto, a manera de protección, en un pedazo de paño viejo pero limpio y algodón; mucho algodón.

El agua llegó al punto de ebullición ordenó que le entibiaran un poco en un pequeño traste y pusieran otro tanto en una palangana pero sin entibiar aún.

Doña María se lavó las manos con su jabón y procedió a lavar el vientre de Brígida con el mismo presionando firmemente en puntos, que por la práctica de años, ella conocía a la perfección; secó con una tela limpia el vientre, untó el ungüento de cebo y empezó su labor de acomodar al bebé en el vientre materno.

Después de un rato, una sudorosa Doña María, dio fin a su labor de "acomodamiento", se sentó en una silla y dijo a la dolorida Brígida.

-Hija, es cuestión de minutos para que nazca tu hijo, ya lo acomodé, en unos momentos se te debe de "romper la fuente", mientras tanto respira y acumula fuerzas, no te rindas yo voy a estar contigo.

Media hora después, lo dicho por la viejita se confirmaba; los dolores, que si bien habían amainado hasta ese momento y permitieron reposar un poco a Brígida, regresaron más fuertes; la viejita, al ver esto ordeno que entibiaran el agua de la palangana para la inminente labor de parto y para el aseo del recién nacido y la madre.

-Hija, puja... eso es... ya está saliendo la cabeza... anda... puja otro poquito...
Mientras le decía esto a Brígida, la viejita sostenía la cabecita del niño y hábilmente pasaba los arrugados dedos por el cuello de bebé cerciorándose de que el cordón humbilical no estuviera enredado en el; dió un suspiro de alivio al verificar que todo estaba bien y continuó dando tironcitos, suaves pero firmes a la criatura, a la vez que animaba a la madre a no desfallecer, cuando salió uno de los hombros, ordenó que dejara un momento de pujar, pues su experiencia le decía que debía dejar que la parturienta se oxigenara un poco para con eso a través del cordón humbilical proveer de oxigeno también al recién nacido, de no hacerlo podrían presentarse complicaciones graves, desde un desgarre interno de la madre, hasta la muerte por falta de oxigeno del producto.

Pasados unos segundos, la ordenó que pujase de nuevo y al cabo de algunos segundos el parto concluyó de manera satisfactoria.Con una navaja de afeitar cortó el cordón humbilical, le anudó y entregó al recién nacido al cuidado de una de las mujeres, en lo que le daba un masaje a la feliz mamá para acomodar los músculos abdominales y el coxis; ordenó que la bañen y después que le cubran su desnudez y que la dejaran descansar.

La comadrona, sacó el tubito de vidrio y diestramente lo deslizó en la garganta del niño y procedió a sorberle las flemas; enseguida pidió el agua , le vació una buena porción de sal de grano, un poco del macerado de hierbas de olor. movió hasta diluir los ingredientes y procedió a frotar con ella al niño, ayudada con un pedazo grande de algodón; seguidamente lo cubrió con un pañal; llevado a cabo esto último regresó con Brígida y le entregó a su Hijo.

Así, a grandes rasgos es como vino al mundo mi Padre.

continuará en el capítulo II

nota: hacer caso omiso de la gramática y la sintaxis, no soy escritor, solo un humilde "escribidor"

2 comentarios:

  1. BUENA REDACCION.

    SALUDITOS DE DUENDE >:>)

    BYE

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el comentario, aunque mi redacción solo está regular.

    ResponderEliminar

Podré no estar de acuerdo con lo que digas, pero defenderé tu derecho a decirlo. Solo te pido respeto, pues también es mi derecho.
"PAZ A LOS BLOGGER´S DE BUENA VOLUNTAD"
Gracias: El hijo de don José.