"LA HISTORIA ORDINARIA DE UN HOMBRE ESTRAORDINARIO"

UN HOMENAJE PÓSTUMO A MI PADRE

martes, 9 de marzo de 2010

Capítulo V: "El acaparador"


Así pasó una semana y las existencias de granos básicos en la tienda poco a poco mermaron por lo que el tendero, muy a su pesar tuvo que disminuir la cantidad que le correspondía a cada familia con la esperanza de que en cualquier momento llegara la mercancía como regularmente sucedía todos los fines de mes.

A duras penas esa acción le permitió al pueblo, digamos "mal comer", por cinco días mas. Llegado el momento el tendero se entrevistó con el alcalde y le hizo saber de la crítica situación por la que atravesaría el pueblo si no conseguían alimentos.

El alcalde convocó a los pobladores a una junta urgente en la plaza principal y les comunicó de la grave situación. Nuestro amigo Justo. Al escuchar aquello sugirió: --"En vista de que con la quemazón de las milpas y las miles de langostas muertas ya se habrán abonado las tierras, podríamos adelantar las siembras".Finalizó.

A muchos les apreció buena la idea y a otros no tanto y empezó la discusión:

--No es lógico pensar en sembrar porque ¿como podemos pensar en echar las semillas a la tierra mientras nuestros hijos se mueren de hambre?".

Alguien contestó: --"Pero si no sembramos y nos comemos las semillas, ¿de que vamos a alimentar a nuestros hijos después?, yo opino igual que Justo, vayamos a sembrar aprovechemos el desmonte y el abono."

De uno y otro bando campeaban las razones, muy válidas por cierto, pero con discutir no se solucionaba nada, así que el párroco del pueblo reclamó silencio y propuso lo siguiente:

"Hijos míos, no les quito la razón a unos y a otros, sin embargo me inclino por la propuesta de Justo; aunque no podemos esperar hasta que se den las cosechas, algunos si podemos salir a cazar, a recolectar las raíces comestibles que muchos de ustedes conocen.

Mientras otros salen a los pueblos vecinos a conseguir alimentos y a enterarse de lo que allí ocurrió. Otro grupo podría ir a las trojes vecinas a ver si cuentan con algunas semillas de lo que sea para sembrar; en fin, como verán no podemos hacer nada si nos esperanzamos en que alguien en poco tiempo nos mande ayuda.

Dice un dicho conocido, "a Dios rogando y con el mazo dando", así que hijos, pongámonos de acuerdo y cada quien a hacer lo que le toque"-- concluyó.

El alcalde se mostró complacido con las propuestas del párroco y de Justo y solicitó que se formaran grupos de cazadores, de recolectores y de compradores. Aunque Justo quería ponerse a sembrar de inmediato tuvo que reconocer que sin semillas nada podía hacer así que se unió al grupo de "compradores" y acordaron salir primero a las trojes vecinas para pedir en compra semillas de cualquier variedad para luego sembrarlas.

El alcalde y el tesorero municipal reunieron a todos los hombres y pidieron que cooperaran con lo que tuvieran para pagar las semillas a lo que todos accedieron, aunque de no muy buena gana. El tesorero apuntó en una libreta el nombre y la cantidad que cada uno aportó y así se reunieron poco menos de dos mil pesos que se dividieron entre cinco compradores; en el acto salieron cada uno hacia una troje.

Justo, acompañado por "Lupe", salió rumbo a la hacienda de Matías. Al llegar con él. Consiguió que el hacendado le vendiera toda la semilla que tenía, eran ciento veinte kilos, por doscientos cincuenta pesos; los pagó y el hacendado, quien era amigo de Justo le dijo que además le mandaría al presidente municipal, en calidad de donativo para el pueblo, doce sacos de maíz de los veinte que tenía para repartirlo entre la gente. Matías le comentó que dada la situación se veía en la necesidad de quedarse con los ocho sacos  para el consumo de su familia. Justo le agradeció su buen gesto y partió para la troje de Manuel.

Nuestro amigo se entrevistó con Manuel y este le comentó:
 
--Amigo mió, como siento no poder ayudar, pero ¿quien pudo imaginar que todo esto sucedería?; verás, mi troje está vacía, de haber sabido lo de la langosta no hubiera vendido toda la mercancía apenas una semana antes de la plaga; tú eres testigo de como mi pobre esposa ha hecho cola como todos en el pueblo para comprar un poco de alimento para nuestros hijos; es más, en la junta de la mañana quedé de unirme a los van a los pueblos vecinos haber si conseguimos comprar algo de comida. ¿De qué sirve tener el dinero en la mano si no puedo comprar de comer para mi familia?

Justo se entristeció con las palabras de Manuel y le pidió que le acompañara a las otras trojes a ver que conseguían, a lo que Manuel amablemente declinó el ofrecimiento, por que tenía que arreglar unos asuntos de la hacienda, pero que se le uniría mas tarde. Justo se marchó hacia al pueblo y Manuel se retiró rumbo a la troje.

Al llegar al palacio municipal, nuestro amigo vio con alivio que la carga que le compró a Matías ya estaba siendo descargada al igual que otras que habían conseguido los otros compradores.

Esas cargas de semillas y de granos eran transportadas a la cárcel municipal hasta dos de las tres celdas del lugar que designaron como improvisadas bodegas al cuidado día y noche de la policía.

Después de llevar una nueva ración de maíz para su familia, Justo decidió llevar a "Lupe" a los alrededores del pueblo y enseñarle a recolectar raíces así como para enseñarle cuales eran lasque se podían comer y cuales no.
Era todavía temprano, serían acaso las dos de la tarde cuando muestro amigo salió con su hijo por los alrededores.

Llegaron a orillas de la propiedad de Manuel y nuestro amigo se dedicó a escarbar las raíces de un árbol de ramón enseñándole a su hijo como reconocerlas; cortó unas cuantas con su machete, las metió en su sabukán y se encaminó a otro árbol, poco a poco, sin darse cuenta, se fueron acercando hasta la troje en busca de raíces. "Lupe" niño al fin, al oír unos ruidos extraños provenientes del interior de la troje, se alejó de su papá y se acercó al viejo portón de la construcción y observó con curiosidad, a través de un agujero, algo que le hizo regresar de prisa junto a su padre para decirle:

--Papá, ahí en esa "casota" hay unos camionzotes y mucho maíz, anda papá vamos a pedir.--

Justo, lleno de curiosidad hizo lo mismo que el niño y después de corroborarlo sintió una profunda indignación y sin medir las consecuencias avanzó los cien metros que separaban la troje de la casa principal y a gritos reclamó la salida del propietario.

Al abrirse la puerta Justo se encontró con la boca negra de un cañón de escopeta apuntándole a la cabeza al tiempo que se oía la voz de Manuel:  

--Fuera de mi propiedad indio mugroso, llévate a tu cachorro si no quieres que los mate como unos perros...--

--Manuel, tú sabes de la necesidad de todos, ¿porqué haces esto?--

--¡No tengo por qué darte explicaciones; indio mugroso!, ¡No colmes mi paciencia; largo de aquí, fuera!...---, Y cortó cartucho.

"Lupe", al intuir que su padre corría peligro. Sin pensarlo mucho tomó una piedra de buen tamaño y la arrojó con todas sus fuerzas, de tal suerte que atinó a la frente de Manuel descalabrándole y haciéndole perder el equilibrio momentáneamente.

Justo, aprovechando el momento, tomó de la mano a su hijo y a la carrera se alejaron del lugar. Habían recorrido quizá sesenta metros cuando se escuchó un disparo y una nubecita de polvo se levantó a escasos centímetros  de los pies de "Lupe". Nuestro amigo tomando en sus brazos a su hijo, corrió en zig-zag mientras nuevos disparos pasaban zumbando peligrosamente junto a su cuerpo.

Muerto de miedo corrió como nunca había corrido y no paró hasta entrar como una tromba a la oficina del alcalde y guardarse a un lado del escritorio del asombrado alcalde quien, por su puesto, le reclamó del porque entraba así a su oficina.

Fue "Lupe", muy despierto para su edad, el encargado de contarle al munícipe todo lo ocurrido.
El alcalde pasó de la sorpresa a la indignación y de la indignación a la ira; pero quiso cerciorarse y preguntó a un agitado Justo:

--¿Es cierto lo que dice tu hijo?--

--Si Juan... Manuel tiene mucho maíz...como para... alimentar al pueblo... por mucho tiempo... ¡Ese mal nacido... nos disparó...Juan...nos disparó... pudo matar a mi hijo, Juan... pudo matarlo!--

Al oír esto el alcalde salió y ordenó a un policía que reuniera a sus compañeros en la plaza y que mandara a alguien a pedir, de su parte, al párroco que tocara las campanas de la iglesia para reunir a la gente. En lo que el policía cumplía la orden, regresó a su oficina y sacó su rifle de un armario, junto con una caja de balas. Mientras tanto las campanas de la iglesia empezaban a sonar. Ordenó a Justo que le siguiera y juntos se encaminaron al establo, después el alcalde montó en su caballo, subió a "Lupe" junto a él y se encaminaron a la plaza principal.

Al verlos llegar, la gente se arremolinó en torno a él, preguntando el motivo de aquella reunión. El alcalde, sin desmontar les comentó de lo ocurrido a Justo y a su hijo, así como de su intención de confiscar todo el maíz a Manuel, con ayuda de la gente.

Al oír lo anterior, varias gentes, visiblemente indignadas sugirieron encarcelar a Manuel y quemar sus propiedades a lo que el alcalde contestó:

--Solo vamos a decomisar el alimento, no a cometer estupideces, nadie intentará nada contra él, si no opone resistencia, pero si lo hiciera solamente lo encerraría en la cárcel... bueno... en marcha que el tiempo apremia.--

La comitiva partió con el alcalde y veinte policías a la cabeza, seguidos muy de cerca por Justo y la gente del pueblo.

A los límites de la hacienda, ya los esperaba Manuel con cinco hombres fuertemente armados montados en sus caballos, cerrándoles el paso. Manuel se adelantó unos metros a sus compinches y se encaró al alcalde:

--Juan, mi querido Juanito. ¿Por que capitaneas a toda esta gente, que solo quiere perjudicarme?; mira Juanito, no les hagas caso, lo del maíz es solo una excusa de Justo para entrar a robar a mi casa.

Mira, yo solo me defendí; ese indio vino hasta mi casa y al abrir la puerta me puso su machete en la garganta y me exigió que le diera mi dinero; yo simulé espanto y accedí a entregárselo, al llegar al escritorio le dije que en el cajón estaba el dinero pero tenía que abrirlo para poder entregárselo.

Pero ese indio fue un estúpido, pues nada mas abrir el cajón, de él saqué una pistola y lo corrí a balazos junto con su hijo. Eso fue lo que en verdad pasó; pero para que veas que comprendo la situación tan especial que atravesamos todos, no levantaré cargos en su contra. Por otro lado, comprenderás que debido a que ese indio, es también tu amigo, pensé que les iba a poner en mi contra y decidí tomar mis precauciones y come vez no me equivoqué.--

--Manuel, yo no he dicho nada respecto a maíz, pero ya que tocaste el tema, solo venimos a cerciorarnos que nada tengas en la troje; por lo que nos permitirás inspeccionar la hacienda, digo, solamente para cerciorarnos; entonces Manuel, ¿nos permites el paso, o tendremos que pasar a la fuerza?--

Con la soberbia que solo da el dinero, el hacendado gritó:

--¡Alcaldillo de mierda!, ¿como te atreves a dudar de mi palabra?, ¡ya me colmaron la paciencia; lárguense de mi propiedad antes que los eche a balazos-- Y sus hombres cortaron cartucho

Pero mientras estaban en la discusión, sin apenas notarlo, los policías habían rodeado a los jinetes, por lo que al ver que cortaban cartucho, ellos hicieron lo propio. Ni que decir que los jinetes rápidamente fueron desarmados y tomados presos.

De pronto, "Lupe", que ya estaba en brazos de su padre, gritó:

--¡Mira papá, los camionzotes!--

Todos voltearon a ver hacia donde señalaba el niño; el alcalde, rápidamente salió a galope seguido por cinco policías que habían montado los caballos de los hombres de Manuel, para alcanzar a ocho camiones que estaban saliendo cargados hasta los topes de sacos de maíz.

Al cabo de un rato, camiones y jinetes se reunieron con el grueso de la gente; el alcalde, al llegar donde Manuel, encarándose a él, le recriminó:

--¿Que tienes que decir de esto?-- al tiempo que apuntaba con índice de fuego en dirección a los camiones.

En un descuido, Manuel se escapó del policía que lo custodiaba y rápidamente se apoderó de "Lupe", lo tomó por el cuello y lo empezó a ahorcar. Justo, al ver en peligro a su hijo, le quitó el rifle a un policía y de un seco culatazo dejó fuera de combate a Manuel.

Justo, apuntó a la cabeza a Manuel, al tiempo que le gritaba:

--¡No vuelvas a tocar a mi hijo, porque te mato!

Al verlo dispuesto a todo, Juan, suave pero de manera firme, sujetó el cañón del rifle y se lo quitó de las manos.

"Lupe", asustado y adolorido, se encontraba llorando abrazado de las piernas de su padre. Al verlo en ese estado, Justo abrazó a su hijo y amorosamente lo consoló.

Momentos después Manuel recobró el sentido y fue amarrado junto con sus secuaces; entones Juan dio la orden de entrar a la propiedad y revisar la troje en busca de comestibles y semillas.

A la entrada de la troje, les salió al paso una joven mujer apuntándoles con una escopeta. Juan al reconocerla le dijo calmadamente:

--Jacinta, por favor, baja el arma para que podamos hablar; no queremos hacerte daño, baja el arma por favor--

--¿Como me pides eso Juan?, no puedo dejar que se lleven lo único que me dejó ese miserable viejo para que coman mis hijos.--

Juan, mas en confianza, lentamente se acercó a la mujer y suavemente le quitó el arma apoyándola sobre la pared y ordenó que nadie haga nada hasta saber lo que Jacinta les tenía que decir:

Jacinta le contó al alcalde esta historia:

--Verás, el viejo avaro me obligaba a hacer cola por una ración de maíz, porque quería que todos creyeran que nosotros tampoco teníamos nada. 

Su plan era esperar a que se gastara todo el grano para después podérselos vender mas caro; urdió todo un plan para sus fines. Llevaría todo el grano a esconder en la gruta que está en el fondo de la propiedad en los camiones y después esperaría a que no hubiera nada de comer para poder vender; él calculaba sacar veinte veces el precio del grano, aún a costa del hambre de sus propios hijos.

Al saber de sus planes le rogué, le supliqué, que les vendiera a ustedes pero no quiso por mas que se lo pedí.

Hoy apenas cayendo la tarde vinieron los camiones y empezaron a cargar; entonces le supliqué que dejara cuando menos diez sacos de maíz para el consumo de la casa...¿sabes que me contestó ese mal nacido?...

¡Que no iba a desperdiciar sus granos que le iban a dejar mucho dinero en unos buenos para nada!, y solo consintió a dejar, de mala gana, solo tres sacos de maíz.¿Comprendes ahora por que no puedo dejar que se lleven el alimento de mis hijos?.

Estábamos en esa discusión cuando de pronto un hombre empezó a gritarle que saliera a la puerta, que era un mentiroso y no sé que cosas más; entonces tomó su rifle y salió, nada mas salir, discutió con él y escuché que algo le golpeo; quise salir pero de pronto Manuel empezó a tirar de balazos y la verdad me asusté mucho y me encerré con mis hijos en mi recámara.

Después de un rato, todavía temblando, salí hacia la troje y pude oír a Manuel dando órdenes de tirar a matar a quien se acerque, sea quien sea., al verme, me jaloteo de un brazo y me metió a la casa otra vez y me amenazo con dañar a mis hijos si no le Obedecía.--

Al oír esto el alcalde pidió a diez voluntarios para traer de los camiones igual número de sacos de maíz, al tiempo que les decía:

--La petición de esta mujer es justa, no se trata de hacer mal a nadie y menos si esa persona es víctima de las circunstancias; por tanto habrá que dejarle lo que pide, porque al fin y al cabo, nos guste o no, ellos son los legítimos propietarios del grano, que por bien público, nos vemos en la necesidad de decomisar.--

Le fueron descargados sus diez sacos y todos se retiraron rumbo al pueblo escoltando a los ocho camiones que finalmente quedaron estacionados a las puertas del palacio municipal.

Rápidamente descargaron los camiones y los granos fueron trasladados a las dos celdas que contenían ya algunos sacos. Se contabilizaron mil doscientos ochenta sacos de maíz de cincuenta kilos cada uno. En cuanto a Manuel y sus compinches ocuparon la única celda vacía de la cárcel municipal.

El alcalde fue abordado por algunas personas amigas de Justo y le pidieron una recompensa para él porque si no hubiera sido por la curiosidad del niño, aún estarían preocupados por la falta de alimentos; el alcalde los escuchó con atención y enseguida ordenó que le fuera entregado un saco de maíz a "Lupe", pues el niño fue quien descubrió el alimento en cuestión.

Justo, se sintió orgulloso de su hijo y recibió visiblemente emocionado el premio a nombre de su hijo al igual que el reconocimiento de todo el pueblo. ¡Su hijo, su "Lupito", sin proponérselo se había convertido en el héroe del pueblo!

Todavía, lleno de emoción, se hecho el saco de maíz a la espalda, agarro de la mano a su hijo y se dirigió a su casa.


Continuará en el capítulo VI.


Nota: hacer caso omiso de la sintaxis y la gramática; no soy escritor, solo un humilde "escribidor".

2 comentarios:

  1. segun leo, no hay nada nuevo bajo el sol.
    siempre habrá gente que se aproveche de las desgracias de los demás.

    que es lo que sigue???

    me quedé picada.

    te sigo con atención

    Karla.

    bye

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  2. Karla:
    Gracias por la visita, trataré de poner entradas mas a menudo siempre que mi alada musa me lo permita (constantemente se va de paseo y me quedo, de momento, sin inspiración). Por la expresión "me quedé picada" sospecho que eres Mexicana, aunque dices escribir de Argentina. (lo escribiste en un comentario de una entrada anterior).
    En fin, no importa de donde seas, siempre serás bienvenida. Gracias de nuevo y regresa pronto. SALUDOS.

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Podré no estar de acuerdo con lo que digas, pero defenderé tu derecho a decirlo. Solo te pido respeto, pues también es mi derecho.
"PAZ A LOS BLOGGER´S DE BUENA VOLUNTAD"
Gracias: El hijo de don José.