"LA HISTORIA ORDINARIA DE UN HOMBRE ESTRAORDINARIO"

UN HOMENAJE PÓSTUMO A MI PADRE

martes, 16 de marzo de 2010

Capítulo VI: “Hacia el campamento chiclero”

Ya con el abasto seguro para algunas semanas, los campesinos se dedicaron a trabajar sus tierras y Justo no fue la excepción. Con las semillas que habían conseguido confiaban en conseguir una buena cosecha; pero el destino tenía otros planes.

Después de laborar en su milpa, nuestro amigo se dedicaba a buscar trabajo; ya sea de albañil, peluquero, de cargador, en fin, hasta de domador de caballos  si se ofrecía la oportunidad; todo con tal de llevar algunos centavos a su casa para mantener a su familia; pues, si bien es cierto, que el maíz era gratuito y le daban su diaria ración en palacio municipal, lo demás tenía que pagarlo.

Terminaron de sembrar y esperaron la época de lluvias, pero esta nunca llegó; en su lugar se presentó una intensa sequía como no se había visto desde hacía ya muchos años; esto obligó a nuestros amigos a redoblar esfuerzos y regar en forma más constante las milpas, en un intento desesperado de salvar el alimento futuro de sus familias.

Al poco tiempo la sequía empezó a hacer estragos; los animales estaban muriendo, los montes alrededor de las milpas se incendiaban con facilidad y nuestros amigos pasaban grandes apuros para controlar el fuego que se acercaba peligrosamente a sus sembradíos; los pozos de las milpas se estaban empezando a secar y muchas veces las bombas de las veletas sacaban pura agua lodosa… y aire.

El calor era bochornoso; todo pintaba mal, La cosecha se perdería si las cosas seguían igual. Y como la cereza del pastel, la gente se estaba enfermando, pues precisamente por el calor reinante no tardó en manifestarse una epidemia de cólera que empezó a diezmar a la población.

Brígida reforzó su manía de mantener limpio todo su hogar y qué decir de sus hijos a los que materialmente obligaba a mantenerse limpios y aseados la mayor parte del tiempo. 

Podría parecer una maniaca de la pulcritud, pero gracias a esos necesarios cuidados su familia se mantuvo sana.

En esos días llegó al pueblo el representante de una compañía chiclera y empezó a contratar gente para trabajar en los campamentos situados en las selvas del vecino territorio de Quintana Roo.

Justo, sabedor de la difícil situación económica, después de platicarlo con su familia, se inscribió como un trabajador más, al igual que la mayoría de los agricultores del lugar. La paga era muy buena merced a lo peligroso del trabajo y al riesgo de enfermarse de malaria por las picadas de los mosquitos abundantes en aquellos lugares. Pero la necesidad mandaba y nuestros amigos no tenían opción.

De las milpas se ocuparían las mujeres y los hijos; en el caso de Justo, Brígida y sus dos hijos mayores se harían cargo en su ausencia; después de todo, el trabajo fuerte ya estaba hecho; nada más había que regar y cuidar de cuando en cuando y salvar de la raquítica cosecha lo que se pudiera.

Brígida vio así triplicadas sus labores, pero se dio tiempo para inscribir a “Lupe” en la escuela del pueblo. Así pasaron dos meses en los que Justo regresaba casa quince días para dejar el dinero a su familia y resolver los problemas, que dicho sea de paso, nunca faltaban.

Llegó el tiempo de la cosecha. Los dos hijos mayores de Justo, pese a su edad, hicieron una estupenda labor siempre guiados por la mano férrea de Brígida. A pesar del esfuerzo, la raquítica cosecha solo dio para el consumo familiar; apenas a tiempo por que una semana después las reservas del pueblo se agotaron. Habían pasado cuatro meses desde la plaga de langosta y la ayuda no había llegado.

Corría el mes de marzo y la familia se preparaba para las quemas deshierbando y haciendo las guardarrayas cuando Justo llegó como cada quince días. Se había acabado la temporada de cosecha del chicle y nuestro amigo regresó para quedarse hasta la próxima temporada.

Justo retomó el trabajo de la milpa y los niños se pudieron dedicar de lleno a la escuela. Brígida vio con alivio el regreso a la rutina del cuidado de sus hijos de su marido y de su hogar. Así pasaron tres años en los que Justo regresaba cada temporada a trabajar al campamento chiclero dejando, como siempre, la milpa al cuidado de la familia; para ese entonces “Lupe”  también se integraba al cuidado de la misma como sus hermanos mayores.

En uno de estos viajes al campamento, Justo regreso muy enfermo de malaria a su hogar y la familia se vio nuevamente en serios apuros económicos. El dinero que Justo había traído rápidamente se agotó en médico y medicinas por lo que Brígida se vio en la necesidad de recurrir a sus pocos ahorros con tal de ver a su esposo, sano de nuevo.

Justo se fue recuperando poco a poco merced a los cuidados de su familia pero por los problemas económicos y los esfuerzos por ponerse a trabajar, recaía muy a menudo. 

Nuestro amigo ya no sería el mismo, del hombre joven y fuerte de meses atrás solo quedaba un enfermizo anciano prematuro, lo que no pasó desapercibido para sus hijos mayores y ni que decir para un más que despierto “Lupe”.

Pues bien; “Lupe”, contaba ya con doce años cuando decidió, al ver los apuros económicos de su familia, dejar la escuela y trabajar mientras aprendía algún oficio teniendo en mente ayudar a sus hermanos a mantener a su numerosa familia.El muchachito platicó largo rato con su padre y le dijo de su decisión. Al principio Justo no quería dar su permiso, pero la precaria situación no le dio mas opción y aceptó recomendar a su hijo con un conocido suyo a fin de que el muchachito aprendiera los secretos de la carpintería.



Continuará en el capítulo VII.
Nota: Hacer caso omiso de la gramática y la sintaxis; no soy escritor, solo un humilde “escribidor”.

2 comentarios:

  1. que onda eseeeeee
    pos aqui vicitando tu blok
    ta muy vueno tu royo
    mira yo escrivo como kiero me bale ma...
    el pinchi idioma, el chiste es ke te stoy leendo
    no t molests asi soy.

    el hijo de mi papa. jejejejejeje

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  2. El hijo de mi papá:

    Antes que todo gracias por tu comentario.
    No me molesta, pues como dice mi formato, tienes derecho a expresarte, lo que no comparto contigo son las palabras altisonantes.
    Te comento que podrás escribir como quieras, aunque sería deseable que lo hicieras en la forma correcta. Pero si así eres no hay problema. Saludos y gracias de nuevo.
    Vuelve pronto.

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Podré no estar de acuerdo con lo que digas, pero defenderé tu derecho a decirlo. Solo te pido respeto, pues también es mi derecho.
"PAZ A LOS BLOGGER´S DE BUENA VOLUNTAD"
Gracias: El hijo de don José.